Calostro, células madre y copywriting

Calostro, células madre y copywriting

 

He hablado antes de mis lesiones. De mi imposibilidad de escalar como lo hacía antes por mis desgastadas poleas.

Y bueno, no hablamos solo de problemas para escalar, cualquier cosa que cae entre mis dedos me genera un dolor punzante…

Pero bueno, no estoy aquí para quejarme, sino para ayudarte con tu negocio. Así que sigue leyendo, porque la lección de hoy es de mucho valor, y eso no es habitual.

 

 

Buscando maneras de acelerar mi recuperación y no volver a recaer cada vez que vuelvo a apretar, me he documentado mucho sobre la incidencia del calostro en la generación de células madre en el cuerpo. Y cómo éstas se ubican donde se necesita reparación y comienzan a regenerar los tejidos.

Bien, vayamos por parte.

El calostro es la «leche» materna de los primeros días de los recién nacidos. Digo leche entre comillas porque en la práctica no es leche; es calostro. Buuuum, me acaba de explotar el cerebro jaja.

Células madre son aquellas que tienen la capacidad de convertirse en cualquier célula del organismo. Por lo tanto, en mi caso, podrían convertirse en las células de las estructuras tendinosas de mis dedos, que son las dañadas.

Y bueno, el calostro con mayor biodisponibilidad (el más eficiente que digamos) para el ser humano es lógicamente el calostro de ser humano, que por ética no se comercializa (al menos no a la luz del sol).

Luego, vendría el calostro de cabra. Y cierra el podio el calostro de vaca.

 

 

Entonces, listo, quiero comprar. Quiero probar si me da buenos resultados.

La esperanza de volver a escalar a mi nivel, la frustración por subirme al muro y no poder apretar, el deseo de volver a la roca y saber que puedo con ella, me mueven. Activan mis deseos de comprar.

(Hey, por si no estás atento, hay MUCHO valor para tu negocio en la frase anterior).

Y he buscado muchas tiendas para comprar. Tiendas internacionales, vale decir, que en chilito estas cosas no existen.

Y todas esas tiendas intentan sacar a pasear mi tarjeta de crédito diciéndome cosas tales como:

– Calosotro de cabra.

– El mejor calostro.

– Calostro descuento en la segunda unidad.

– Envío gratis por compras sobre qué sé yo…

 

Ya me entiendes, no? Seguro que conoces ese tipo de mensajes.

Y bueno, ya que nadie me ha motivado lo suficiente, mi tarjeta todavía no sale a pasear. Sigue descansando en mi billetera.

 

 

Si un negocio me dijera algo de mis esperanzas de volver a escalar, el calostro ya vendría en camino.

Si me hicieran sentir cómo con su calostro volvería a

 

enfrentar una pared vertical de roca, con aves rapaces volando a mis espaldas, con el viento que me quiere desestabilizar, con los primeros rayos del sol apareciendo sobre mi cabeza, con las manos que están sudadas, en una danza de tensión-relajación;

 

si me hicieran sentir algo de eso, mi tarjeta hubiera salido feliz a pasear.

Pero no. Ningún puto negocio me ha hecho sentir eso.

De hecho no me han hecho sentir nada. Ni a mí ni a mi tarjeta.

 

 

Bien, espero que tu negocio haga sentir algo.

Lo que sea. Alguna emoción, algo.

Si no lo hace, creo que tienes un problema.

Pero qué sé yo de estas cosas, solo soy un escalador frustrado con las poleas lesionadas y sin calostro (todavía).

 

 

Cuando tengas claro qué es lo que quieres hacer sentir a tu cliente, quizá te interese que yo te eche una mano. No es tan buena mano, está lesionada, pero te puede ayudar: