Lección de negocios de un irlandés bocón
Si sigues los deportes de contacto debes conocer a Conor McGregor.
Sí, el irlandés que repartía golpes a todo lo que se moviera en la UFC, convirtiéndose en el primer campeón en dos divisiones en esa organización.
Lo que llaman un champ champ.
Y que aparte de repartir golpes, repartía malas palabras. Palabrotas.
Trash talking como dicen los gringos.
Y que entre otras cosas se enfrentó en un “combate” de boxeo con Floyd Mayweather…
Bueno el asunto es que ya hace tiempo que no reparte mucho.
A los golpes me refiero, que las palabrotas siguen emanando como rayos por su bocota.
No reparte mucho golpe, sigue repartiendo mucha palabrota y sigue vendiendo como champ champ champ champ.
Porque ya no es un irlandés que pelea en la UFC.
Ahora es Conor McGregor. Por mérito propio.
Generando amor y odio. Puede que más odio que amor.
Tiene adoradores y odiadores por todos lados.
Y sigue repartiendo palabrotas, dando espectáculo, apareciendo en los medios, las rrss y vendiendo.
Cobrando.
Ingresando ceros a su cuenta. Ceros a la derecha, me refiero.
Y bueno, la lección…
Hay negocios que buscan agradar a todo el mundo.
Caer bien.
Ser bonitos, acogedores, amorositos…
Y no es necesario.
Incluso puede que contraproducente.
Puedes, quizá debes, polarizar. Que algunos te amen y otros te odien. A ti y a tu negocio.
Pero que no pases desapercibido; no seas indiferente.